Cada 8 de octubre, los surcos de la historia argentina se marcan con el profundo respeto hacia quienes forjaron las bases de nuestra riqueza agropecuaria. El Día del Trabajador Rural no es solo una efeméride en el calendario; es un reconocimiento vivo a una lucha épica por la dignidad y los derechos más elementales. La fecha conmemora la sanción, en 1944, del primer Estatuto del Peón Rural a través del Decreto 28.169, una normativa revolucionaria para su tiempo. Por primera vez, se otorgaba un marco de protección legal a aquellos hombres y mujeres cuya labor sostenía al país.: vacaciones pagas, un salario mínimo, descanso dominical obligatorio, el pago en moneda nacional y no en especias, el derecho a un alojamiento en condiciones mínimas de higiene. Este decreto fue un faro de justicia en un mar de informalidad y explotación.
Sin embargo, este reconocimiento no se concedió gratis; fue el fruto amargo de décadas de reclamos y sacrificios. La memoria del campo guarda con dolor los ecos de la “Patagonia Rebelde”, aquella huelga masiva de peones rurales entre 1920 y 1922, impulsada por anarcosindicalistas, buscaban mejorar condiciones de vida adversas en las estancias de Santa Cruz. La respuesta del gobierno de Hipólito Yrigoyen fue una represión sangrienta a los campesinos, con la ejecución masiva de huelguistas que solo pedían dignidad. Este capítulo oscuro se denominó “Patagonia Trágica”, evoca el sufrimiento y la injusticia que caracterizó la vida del peón rural a principio del siglo XX.
La lucha no se apagó; el Estatuto era derogado durante los sucesivos regímenes militares hasta el resurgimiento de la vuelta democrática en 1982. Durante esos años, hasta el 2011 que se actualizó y mejoró con la Ley 26.727 del Nuevo Régimen de Trabajo Agrario que promovió la estabilidad laboral, el registro formal. el derecho a una jubilación anticipada y una indemnización por despido, consolidando así una evolución normativa que busca emparejar el camino para las generaciones actuales.
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El mejor homenaje que podemos ofrecerles a aquellos luchadores y a los trabajadores rurales de hoy es brindarles herramientas concretas para progresar. El mundo agroalimentario global se mueve hacia estándares de calidad, trazabilidad y profesionalismo cada vez más exigentes. En este contexto, la Escuela de Recibidores de Granos de Córdoba se erige como un puente estrátegico entre la tradición del campo y las demandas del futuro, permitiendo transformar la experiencia práctica en una profesión con salida laboral inmediata y proyección.
Muchos de nuestros estudiantes son hijos de esta tierra: trabajadores rurales, pequeños productores o personas que viven en zonas agropecuarias. Ellos conocen el ritmo de las cosechas, el lenguaje de los cultivos y el valor del esfuerzo. Lo que encuentran en la Escuela de Recibidores de Granos de Córdoba es la posibilidad de canalizar ese conocimiento innato hacia una certificación que les abre las puertas de la agroindustria.
El curso de Perito Clasificador de Cereales, Oleaginosas y Legumbres esta diseñado para la realidad actual. Con una duración de 9 meses y una modalidad semipresencial, combina la flexibilidad que necesitan quienes están en el campo con la solidez académica y práctica indispensable. A los largo de 8 materias, el estudiante no solo adquiere teoría; se sumerge en el universo de la comercialización y el control de la calidad de granos. El plan de estudios incluye visitas técnicas a plantas de acopio y agroindustrias, donde los futuros peritos pueden observar en primera persona el trabajo que están aprendiendo, conectando la teoría con la práctica en un entorno real.
El objetivo final es capacitar al alumno para que egrese con las competencias para receptar, supervisar, analizar, controlar, liquidar y certificar la calidad de los granos. La amplitud del campo laboral es una de las mayores ventajas de esta profesión. Un Perito Clasificador de Granos puede trabajar de manera independiente, prestando servicios a múltiples empresas agrícolas o puede integrarse a planteles estables de acopio, cooperativas, puertos, cerealeras y grandes exportadoras. Es una profesión que empodera, que permite trabajar de lo que uno conoce y agregar el valor del conocimiento técnico a la cadena agroindutrial, una de las más dinámicas y demandantes de la Argentina.
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